Las condiciones
eran ideales esta mañana de domingo en Bellavista; buenas sensaciones, muchas
ganas de correr y ninguna molestia física. Además el día parecía que iba a
acompañar, con buena temperatura y sin viento. Sin embargo, adopté una
estrategia bastante arriesgada que se ha acabado volviendo en mi contra. Decidí
seguir a un grupo bastante nutrido de corredores que marchaba marcando ritmos
cercanos a 3,25. Probablemente sobrestime mis fuerzas porque al poco de pasar
por el km.11 acabé perdiendo contacto para quedarme en tierra de nadie. Los kilómetros
restantes se convirtieron en una tortura mientras no podía evitar que me superaran
más corredores desde atrás. Abandonada toda esperanza de hacer una buena marca
me deje ir hasta el final sin volver a mirar el crono. Otra oportunidad perdida
en una media que se me vuelve a atragantar y que estoy empezando a aborrecer. Un
tiempo de 1:15 me resulta bastante decepcionante, aunque espero, al menos, haber
aprendido alguna lección práctica de mi “paseo” hasta los Palacios.
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Lo mejor del día han sido las naranjas palaciegas |
Afortunadamente
el honor familiar fue salvado por mi padre que, al mismo tiempo, pero a casi 1.000 km de distancia, bajaba
holgadamente de 1:30 horas en la media maratón de Vitoria. A sus sesenta y
muchos años tuvo las narices de marcar un tiempo real de 1:29:25, con unas
condiciones climatológicas bastante peores que las mías.
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Menos mal que aún quedan fonderos de raza |
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